Sala prehispánica

Los primeros antecedentes de la pintura al agua en México pueden localizarse en hallazgos como las pinturas rupestres de la cueva de Loltún, en el noreste de la península de Yucatán. Son pequeñas obras monocromas, pintadas en color rojo o castaño y su dibujo está hecho a base de líneas gruesas y de una forma esquemática, representan figuras masculinas en movimiento.

Eventualmente, para las antiguas culturas mesoamericanas, la pintura al agua se conformó como el medio por excelencia para representar su pensamiento mágico además los acontecimientos históricos y políticos en soportes como códices, pinturas murales e inclusive en su cerámica.

En la cultura mexica surge una figura llamada Tlacuilo o Tlahcuilo (plural tlacuiloque), palabra derivada del náhuatl tlahcuilo o tlacuihcuilo que significa “el que labra la piedra o la madera”, y que más tarde pasó a designar a lo que hoy llamamos escriba, pintor, escritor o sabio. También se les conocía como “el que escribe pintando”. Los tlahcuilos eran hombres y mujeres hábiles en el dibujo, a quienes desde niños se les adiestraba en el conocimiento profundo de su lengua, cultura, costumbres, religión, política, arte, etc. ya que debían contar con un vasto conocimiento de la vida de su sociedad para poder escribirlo con dibujos.

La labor del tlacuilo se asocia, por lo tanto, con diferentes actividades, no sólo con la pictográfica. El tlacuilo pintaba los códices y los murales en Mesoamérica, conocía las diversas formas de representación, así como la mitología, llevaba registros de la diversidad biológica y podía trabajar en mercados y templos, según el tipo de actividad para la que se le necesitara.

En grupos como los mixtecos, el sentido artístico era preciosista y se manifestaba pictóricamente y en las artes menores. Eran grandes pintores de códices y destacaban como ceramistas, lapidarios y orfebres.

Donde el artista mixteco mostraba mejor su genio, sin trabas de orden simbólico-religioso, fue en las figuras de animales. Así nos encontramos en algunas páginas con una deliciosa fauna marina, representada por peces, serpientes, moluscos, entre otros, y en otras captan a tigres flechados o a numerosos insectos y pájaros, como una pareja de búhos que están retratados en el Códice Bodley.

El diccionario define “códice” de manera vaga: “Manuscrito antiguo de importancia artística, literaria o histórica”. Los libros de los pueblos mesoamericanos reúnen ampliamente estas características. Su importancia –no sólo artística e histórica sino además religiosa e, incluso, su valor jurídico– es tal que durante mucho tiempo aún después de la conquista condicionaron los modos de expresión de nuestro país (Mirón, 1996).

Alfonso Caso, Interpretación del Códice Bodley

Este códice se encuentra resguardado en la Biblioteca de la Universidad de Oxford en Inglaterra, lleva el nombre de su primer poseedor, Sir Thomas Boldey, quien debió adquirirlo a finales del S. XVI en España. El libro es fragmentario, inconcluso; con cuarenta páginas de 26.5 x 28.8 cm y alcanza más de cinco metros y medio de largo.

Alfonso Caso, Interpretación del Códice Colombino

En el Códice Colombino se encuentran dos manuscritos diferentes aunque escasamente relacionados. El primero es un códice jeroglífico pintado por los escribas mixtecos antes de la conquista y que describe una parte de la vida del gran conquistador mixteco 8 Venado, llamado “Garra de Tigre”, rey de Tilantongo y Teozacoalco, que vivió de 1011 a 163 a. C.

El segundo manuscrito está compuesto por las glosas, que fueron puestas en 1541. El glosador creyó que el manuscrito prehispánico era un mapa o relación que marcaba los linderos de varios pueblos de la Mixteca de la Costa, en lugar de ser un códice histórico que relataba las conquistas de 8 Venado.

El Códice Colombino forma una larga tira que tiene actualmente 6.06 m de largo, con 24 páginas de entre 25 y 26 cm de largo y aproximadamente 18 de ancho. Está formado por varias tiras de cuero de berrendo, pintado por un solo lado en que se puso primero un pigmento blando como fondo y posteriormente se pintaron las figuras.

Los colores usados en el manuscrito son casi los mismos utilizados en otros códices: rojo, rosa, amarillo, verde, azul, gris y negro. Con el tiempo, las páginas fueron separadas en varias partes y más tarde cosidas unas a otras sin que correspondiera, incluso se borraron cuidadosamente los glifos de los nombres de los personajes, días y años de acontecimientos, esto ocurrió probablemente antes de 1541 por quien hizo el códice ya que a raíz de la conquista hubo gran actividad para destruir aquellos manuscritos que se consideraban idolátricos.

Pintura mural

A pesar de su estado de destrucción, son testimonio incomparable del eminente arte decorativo del México antiguo, un ejemplo de ello son los muros pintados con escenas mitológicas o con temas decorativos geométricos. La pinturas teotihuacanas emplearon una técnica artística propia, pues si bien fijaban sus colores sobre fondos murales ya secos, las pinturas se mezclaban hábilmente con gomas que ellos mismos producían (tzauhtli, aglutinante que obtenían de las orquídeas, la baba de nopal, entre otros), con lo que aseguraban la permanencia de la pintura mural (Toscano, 1984).

Los fragmentos conocidos están pintados con figuras de sacerdotes y guerreros, sobre un fondo rojo, al fresco, ya que el aplanado se mezcló con la pintura, como los encontrados por Agustín Villagra Caleti, al hacer la reconstrucción de los Muros del Patio Blanco de Atetelco, barrio cercano a Teotihuacán.

La sala prehispánica nos recibe con la imagen de un portal, con iconografía prehispánica, elaborado por el Maestro Alfredo Guati Rojo, este mural pretende relatar la historia del museo a base de algunos glifos propios de la época.

Leyendo de izquierda a derecha, en la parte superior podemos encontrar el símbolo de Calli, a la izquierda, el de Calli y Cuauhtémoc y dos fechas importantes, 1967 fecha en que se funda el Museo Nacional de la Acuarela ubicado en ese momento en la calle de Puebla en la colonia Roma, y 1985 momento en que son abandonadas estas instalaciones a causa del terremoto del mismo año. En la parte superior derecha, está la fecha 1987 por el momento en que el museo fue trasladado a la alcaldía Coyoacán, en la calle de Salvador Novo, donde actualmente se encuentra el museo.

Contiene otros símbolos haciendo alusión a la época prehispánica y a los tlacuilos (mano con brazalete de jade, en la parte central de cada cenefa), los primeros que usaron la técnica de la acuarela y quienes posteriormente la transmitieron.